EL PRIMO DE JUAN

VIDA DE JESÚS DE NAZARET


Llevan a Jesús preso al palacio de Herodes Antipas
Herodes se burla de Jesús
Jesús no le habla a Herodes


Extracto de una carta de Cusa, administrador de Herodes Antipas a su hijo:

La fiesta se había prolongado hasta el amanecer. Yo estaba recogiendo basura en la terraza del piso superior con unos sirvientes, cuando vi llegar al palacio a unas treinta personas, algunas con vestidos religiosos. Mi señor, y sus invitados estaban en una fiesta que duraba varios días, y en ese momento estaban adormilados en la planta baja del palacio. Bajé las escaleras y fui a la entrada; allí estaba el Sumo Sacerdote con otros del Sanedrín y un hombre atado, al que se veía que habían golpeado.

—¿Quién es el que traéis atado? —pregunté, no sin cierta curiosidad.

—Jesús de Nazaret —me contestaron. Inmediatamente di un respingo y pensé en Juana, mi mujer, que era seguidora suya. Menos mal que yo sabía que estaba en casa, porque había pasado la noche aquí; si no, habría pensado que también ella podía estar en problemas.

—¿Y qué queréis? —les pregunté.

—Queremos hablar con Herodes Antipas. —Yo suspiré; él estaba dormido y, seguramente, todavía borracho de la noche anterior; ¿Qué podía hacer yo?

—Esperad aquí. Veré si puede hablar con vosotros —les dije. Entré y lo desperté; estaba como un tronco en el salón, al lado de su copa de vino, junto con los demás invitados.

—Señor —le susurré en el oído para no despertar a los demás—, está fuera el Sumo Sacerdote con otros sacerdotes y un prisionero que dicen que se llama Jesús de Nazaret.

—¿Jesús de Nazaret? Me han dicho muchas cosas de Él. ¡Despertad todos! —gritó—, ¡Creo que tenemos un mago en la casa!

—¿Un mago? —dijo despertándose una señora que había estado hablando toda la noche con una voz estridente—¡Me encanta la magia! —decía, y daba palmaditas, como anticipándose al mejor espectáculo que hubieran visto sus ojos.

—¿Qué esperas? —me dijo el amo mientras chasqueaba los dedos— ¡Venga! ¡Hazlos pasar! —Fui al patio y les dije:

—Podéis pasar.

Entraron y algunos de los sacerdotes que no conocían el palacio se hacían señas entre sí, con el fin de que los demás repararan en el lujo de los tapices, los muebles y las alfombras. Siguieron al salón donde solo se escuchaban las palmaditas de la señora.

—¡Jesús de Nazaret! —exclamó Herodes Antipas sonriendo falsamente al ver al prisionero—. ¡Qué alegría tenerte con nosotros!

—¡Majestad! —dijo Caifás ignorando el saludo que Antipas le daba a Jesús, y mirando de reojo los restos de la borrachera y de la comida—Hemos traído a este prisionero para…

—¿Prisionero? —interrumpió Antipas chasqueando con la boca y negando con la cabeza—. Si Él hace los prodigios más maravillosos en Judea y en Galilea. ¿Verdad Jesús? —El hombre no respondió. Los del Sanedrín aprovecharon para atacar:

—Éste se ha declarado rey.

—¿Rey? —dijo burlonamente Antipas, mirando a Jesús de arriba a abajo—. Bien. ¿Y qué? Como si se declara Sumo Sacerdote, o César. —Caifás hizo una mueca no muy amable.

—Pues que así viola la Ley —respondió un escriba.

—¿Cuál ley? ¡Será la vuestra! —replicó Antipas arrogante—. Nosotros queremos verlo hacer algún prodigio de los que se habla tanto. —La señora volvió a aplaudir en un gesto que ya comenzaba a cansar. Antipas le hizo señas de que se callara.

—Me dicen que curas a la gente —le dijo con un toque hipócritamente dulce—, y que hasta has resucitado muertos —la señora se llevó la mano a la boca, mientras lanzaba una expresión de sorpresa—; Antipas hizo una pequeña pausa y continuó—: A mí me duele la cabeza ahora mismo. ¿Puedes curarme? —Jesus callaba, mientras Herodes manoteaba en su misma cara a ver si lograba provocarlo.

—¡Venga! Cúrame ahora y yo mismo te daré un trabajo aquí. Así no tendrás que andar con esos pobretones con los que andas —Jesús no respondía nada—. ¿No quieres?

—Majestad, con todo respeto —interrumpió  Caifás—, Pilato nos ha dicho que viniéramos donde ti con el prisionero.

—¿Pilato me lo ha enviado? —dijo arqueando las cejas—. ¿O sea que ya me respeta?

—Si Majestad; te lo ha enviado para que lo juzgues, porque Jesús de Nazaret es un alborotador y un blasfemo.

—¡Jesús! —le dijo Herodes—. Dime algo, ¿Sí? Venga, que ya estoy muy cansado, porque he dormido poco y tengo mucho dolor de cabeza. —Jesús callaba; parecía una estatua sucia de sangre y polvo. Se veía que Antipas estaba ya harto con su silencio, e hizo un ademán, negando con la cabeza.

—¡Cusa! —me dijo por fin—. Tráeme el vestido púrpura brillante.

—Como ordene, señor. —Fui aprisa a su dormitorio a buscar el vestido. Cuando volví al salón, los del Sanedrín seguían tratando de atacar a Jesús.

—¡Callaos ya, pesados! —ordenó Herodes. Entonces Herodes le puso el vestido púrpura brillante a Jesús; tomó un plato hondo que estaba sucio y se lo puso en la cabeza.

—¡Ahora sí eres un rey de verdad! —bromeó Herodes asintiendo, con la risa de todos sus amigos—¡Venga! ¡No me hagáis perder más el tiempo ni el sueño con este estúpido! ¡Idos por donde vinisteis! —El Sumo Sacerdote y los del Sanedrín fueron hacia la salida, con cara de enfadados; uno de ellos empujó a Jesús y el plato que traía en la cabeza cayó al suelo haciéndose añicos.

—¡Mira por dónde vas! —le gritó Herodes—¡No me destruyas el palacio! —Conduje a todos hacia la salida.

—¡Nos van a hacer caminar toda la mañana! —protestó Caifás, con evidente contrariedad.

Tengo que admitir que Jesús había tenido la dignidad de no entrar en el juego de Antipas, un rey superficial y vano que nunca había tenido respeto por Dios ni por los hombres. No solo hay dignidad en el esfuerzo, en la serenidad y en la discreción; también la hay en una boca cerrada que aprieta los dientes y no habla cuando no debe hablar. Jesús era un prisionero, pero su decencia estaba intacta; y al no hablarle a Antipas, se había engrandecido aún más, mostrando un gran respeto de sí mismo.

Comentarios


En un viaje a Jerusalén para estabilizar la tumba donde,
según la tradición, fue enterrado Jesús de Nazaret,
el Padre Carlos Pineda encontró una caja de cedro,
que contenía papiros con cartas y otros documentos.

Esta novela es su recopilación ordenada.

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