COMO OVEJAS EN MEDIO DE LOBOS
VIDA DE JESÚS DE NAZARET
"El discípulo no es más que su Maestro"
Jesús envía en misión a los discípulos
¿Qué significa "Evangelio"?
"Como ovejas en medio de lobos"
"¿No se venden dos pájaros por un as?"
Extracto de una carta de Felipe de Bethsaidá a su hermano José
Casi no pude dormir, pensando en todo lo
que había pasado en Nazaret el día anterior. Los nazarenos casi matan al
Maestro, lanzándolo por un precipicio. Yo no sabía que la gente podía llegar a
ser tan agresiva, pero el Maestro tenía razón: si defiendes a Dios, el mundo te
va a atacar a ti, y no habrá que tener miedo de los que no tienen la verdad y
la justicia en su corazón; además, esta vida es corta; me lo habían dicho muchas
veces mi padre y mi madre.
Cuando por fin pude conciliar el sueño,
empecé a soñar que éramos como pájaros, y volábamos con dificultad; estábamos sobre
Galilea, y nos atacaban unos halcones con ojos muy negros. Era terrible; yo
sabía que era un sueño, pero no lograba despertarme. Como nos atacaban; una y
otra vez debí estar hablando en sueños, porque me despertó Simón el cananeo:
—¡Venga Felipe!, que estás teniendo una
pesadilla de las buenas.
Intenté volver a dormir, pero ya no lo
logré; todo el tiempo con el sueño entrecortado, recordando lo del precipicio
en Nazaret. No sabía cómo había sido posible que Jesús se soltara de los que lo
llevaban a la muerte; esquivó golpes y manotazos sin hacer ningún daño a nadie,
y sin dejarles agarrarlo; solo caminaba hacia adelante. Cuando menos lo
pensamos, el último de los nazarenos comenzó a irse hasta que ya solo estábamos
nosotros, sus discípulos con Él. Jesús había seguido caminando, en silencio,
hasta que nos había dicho:
—El discípulo no es más que su Maestro; si
vosotros me llamáis Maestro, y otros me han llamado “demonio”, imaginaos qué no
os podrán llamar a vosotros. Pero no temáis a los que pueden odiar; es posible
que puedan arrojar vuestro cuerpo por el precipicio, pero nunca podrán despeñar
vuestra alma, porque vuestra alma está hecha a imagen de Dios; ¿recordáis que
os dije un día que el demonio estaba enfadado y que iba a atacarnos? Ahí lo
veis. El Demonio sí puede despeñar el alma y el cuerpo por el abismo —se ve que
nuestras caras expresaban angustia, porque Jesús añadió—: pero si estáis
conmigo y con mi Padre, no debéis temer a nada —dijo esto como si hiciera un buen
tajo horizontal con una espada—; yo os voy a defender siempre delante de Él.
Pero si me negáis delante de los hombres, es porque no habéis creído en mis
palabras; y ¿cómo os voy a defender yo ante mi Padre?
Estaba recordando esto cuando comenzó a
entrar luz por la entrada de la cueva donde dormíamos. Entonces llegó el
Maestro que, como siempre, había salido a rezar desde antes del alba y ese día
nos traía unas hogazas tibias de pan recién hecho.
—¡Muchachos! —nos despertó con su sonrisa
habitual—, ¡buenos días! —yo estaba despierto, pero algunos apenas de
desperezaban—, ¿habéis escuchado, cuando anuncian un mensaje o una proclama del
emperador? Los pregoneros lo llaman “evangelio”, que quiere decir “buena
noticia”, ¡como si todo lo que viene del emperador fueran buenas noticias! —Todos
nos reímos con la ocurrencia de Jesús, en tanto que nos íbamos despertando—. Mientras
nos comemos estos panes del desayuno, os cuento un encargo que quiero haceros: os
voy a enviar hoy mismo, con el fin de que vayáis a las ciudades de Israel a anunciar
la verdadera buena noticia que hay en el mundo, y que es que el reino de Dios
está muy cerca. Por ahora, no quiero que vayáis a las tierras de los gentiles
ni a las ciudades de los samaritanos, sino más bien id a buscar a todos los
hombres y mujeres de Israel que han perdido el rumbo; es decir: todos aquellos
que veáis que necesitan a Dios, pero no se dan cuenta. Os doy el poder para
curar a los enfermos, y limpiar a los leprosos; para expulsar a los demonios y
resucitar a los muertos. Hacedlo todo sin cobrar un solo leptón, porque yo
también os lo estoy dando gratis.
—Maestro, tú ya nos habías dicho que nos ibas
a dar ese poder pero yo creo que ninguno de nosotros ha ensayado a curar a
nadie —le dijo el cananeo; Jesús lo miró sonriendo y le contestó:
—No olvides Simón que debes tener fe y
podrás hacer todo lo que quieras en mi nombre.
—Espera, Maestro, ¿qué dices? —dijo Juan
desconcertado, porque Jesús cambiaba los planes o, al menos, cambiaba lo que
ellos creían que iba a suceder—, ¿entonces no volvemos ahora a Cafarnaúm?
—No Juan; vais a ir por todas las
ciudades que encontréis, enseñando las cosas que yo os he enseñado. A cualquier
sitio a donde lleguéis, debéis averiguar quién hay por allí que sea una persona
digna, y pedid que os reciba; quedaos allí hasta que salgáis de aquélla región.
Saludad siempre deseando la paz, como se saluda normalmente diciendo “Shalom aleichem”.
Si la casa es digna, Dios enviará la paz que deseáis a esa casa; pero si esa
casa no es digna, la paz que habéis deseado, volverá a vosotros. Si no reciben
vuestras palabras, no os preocupéis; y si os persiguen en una ciudad, huid a
otra; y si os persiguen en esa, huid a una tercera; no se os acabarán las
ciudades de Israel antes de que yo vuelva. —Yo no entendí lo de “antes de que
yo vuelva”, pero me quedé con esa frase en la cabeza, para preguntársela más
tarde al Maestro.
—Pero me imagino que en alguna nos
recibirán bien, porque si vamos de parte tuya, ¡a ti te quieren mucho! —le dijo
el mellizo. Jesús sonrió.
—Pues quien os reciba a vosotros, es como
si me estuviera recibiendo a mí; y el que me recibe a mí, es como si recibiera
a mi Padre porque, como os he dicho varias veces, mi Padre está siempre conmigo
y yo estoy con Él. Y quien os dé aunque sea un vaso con agua, no va a perder su
recompensa.
—¿Pero, por qué dudas de que nos vayan a
recibir, Maestro —preguntó confiado Santiago el menor.
—El mundo es despiadado con los buenos,
Santiago, y vosotros estaréis caminando como ovejas en medio de lobos. Los
lobos van a estar ahí acechando; yo mismo voy a recibir un bautismo, pero no va
a ser de agua como el que hacemos nosotros, sino de sangre. Después de mi
bautismo, ya os daréis cuenta de que los enemigos no estaban ni en los fariseos
ni en los romanos, sino en vuestra propia casa, y en vuestra propia familia.
—Maestro, espera, ¡pero el mensaje que tú
nos das es un mensaje de paz! ¿Por qué estás diciendo que va a haber peleas en
nuestras familias por hablar de paz?
—Santiago, yo hablo de paz, pero el mundo
se revuelve contra todo lo que significa la justicia y el amor a Dios. Al
príncipe de este mundo no le interesan ni la paz ni el amor entre los hombres,
porque el amor es la imagen de Dios, y por eso se pone en pie de guerra contra
la gente que busca la justicia; entonces utiliza a sus aliados en el mundo para
sembrar las dudas, los odios y las cizañas. ¡Ya quisiera mi Padre que todas sus
enseñanzas germinaran en los hombres y que mi palabra se extendiera como el
fuego! Porque el encargo que me ha hecho mi Padre ha sido traer el fuego del
amor de Dios a la tierra, y ¡ya quisiera yo que se encendiera cuanto antes!
—Maestro, no lo entiendo ¿Vamos a estar
en peligro? —le pregunté.
—Es posible que por dar testimonio de mí,
os persigan y alguna vez os metan en la cárcel, Felipe, porque el mundo no
entiende las enseñanzas que vais a darle; pero si os llevan ante las
autoridades, o ante gobernantes o reyes, no os preocupéis por nada; ni siquiera
por lo que tenéis que decir, porque en ese momento el que hablará será el
Espíritu de Dios por vosotros. Y no os preocupéis por proteger vuestra vida
porque si alguno pierde su vida por mí, la encontrará.
—Espera, Maestro, ¿nos estás diciendo que
podremos morir? —preguntó Juan, preocupado.
—Ya os he dicho que no os debéis
preocupar por eso, Juan, porque nada sucede en el mundo sin que lo permita
vuestro Padre. Un as es muy pequeño; ¿Tienes ahí un as por ahí, Judas? —Jesús miró al de Keriot, que buscó
en la bolsa y se lo entregó— Miradlo; es una moneda muy pequeña , pero con él
se pueden comprar dos pájaros. ¿No? ¡Y vosotros valéis mucho más que dos
pájaros! Cada uno de vuestros cabellos está contado ¡y no va a caer al suelo ni
uno solo de ellos, si no lo permite vuestro Padre!
—Maestro, pero de todas las cosas que nos
has enseñado, ¿qué cosas quieres que enseñemos?—preguntó Simón el cananeo.
—Todo, Simón, incluso lo que yo os haya
dicho en la oscuridad, o lo que os haya dicho al oído. No os preocupéis que
seguramente lo haréis muy bien y así podréis dar el mensaje de mi Padre desde
las terrazas o desde las azoteas de las casas o donde quiera que estéis; y así
el mensaje estará presente en las almas de todos los hombres y mujeres a los
que se lo deis. Contadle a la gente acerca de la bondad de vuestro Padre Dios,
que siempre os está esperando a que vayáis a estar con Él.
—Maestro, entonces nos vamos a Cafarnaúm
a buscar otra túnica y cosas para nuestro viaje —sugirió Piedro.
—Que no, Piedro; idos así como estáis
ahora, sin dinero, ni alforjas, y no vayáis a buscar otra túnica; no llevéis
nada para el camino, solo vuestras sandalias y vuestro corazón; veréis que nada
os hará falta, cuando confiáis en Dios. Vosotros habéis dejado todo con el fin
de seguirme, y eso está bien; porque vosotros debéis amar mucho a vuestros
padres y a vuestras familias, pero el amor de Dios tiene que estar por encima
del amor a la familia; ¡el que no toma su cruz, y me sigue, no es digno de mí!
Piedro nos miró a todos. Estábamos
descolocados. A pesar de que llevábamos menos de un año siguiendo a Jesús, creíamos
en lo que nos decía; pero a veces nos pedía este tipo de “saltos al vacío”, en
los cuales debíamos confiar en Él con fe ciega, sin preocuparnos de lo que
fuera a suceder más tarde; y así, de dos en dos, nos fuimos yendo: Piedro se
fue con Santiago el mayor, y Juan con Andrés; Judas de Keriot con Simón, el
cananeo; Judas el Cachas con Leví; Santiago, el menor, con el mellizo; y mi
amigo Natanael y yo. Todos nos fuimos lejos, pero el Maestro se fue con José,
con Matías y con otros, por las ciudades vecinas a Cafarnaúm. Y todo sucedió como
predijo el Maestro, porque nos acogían bien donde llegábamos; también hubo
gente que nos rechazó, pero no importaba porque teníamos paz en nuestro
interior. Lo que no sospechábamos era que después se fueran a cumplir sus
profecías más duras. Los halcones iban a estar ahí, para atacarnos, y nosotros
íbamos a ser pájaros a los que no íbamos a ser capaces de volar, como en mi
sueño.
Comentarios
Publicar un comentario